En Brasil, los principios positivistas que influyeron en el nacimiento de la República reforzaron el mito de la racionalidad iluminista y pusieron de relieve la educación como un poderoso instrumento de reproducción y adiestramiento social.
Este contexto ha intensificado relaciones entre el Estado republicano, la escuela y el modo de trabajo capitalista, influenciando la incorporación de la recreación al cotidiano brasileño.
En ese contexto, se creía que el tiempo libre era perjudicial al desarrollo social, y que debería ser ocupado con actividades recreativas consideradas saludables, profilácticas y educativas en cuanto a la moralidad. Completando la función de la escuela, se consideró la recreación forzosa para que el niño no se quedara inactivo y no sufriera la influencia maléfica de la calle.
Estrategia que, según Kishimoto, representó una de las formas de desvalorizar la calle, en cuanto espacio de uso público, para lograr así la instituccionalizacíon de prácticas culturales recreativas en espacios cerrados, inspeccionalizados y orientados.
Es importante destacar que en la década de 1930 la política laboral desarrollada por el presidente Getúlio Vargas pretendia crear, en Brasil, nuevos conceptos de trabajo y de trabajador. La propuesta de recreación desarrollada em São Paulo contribuyó con este proyecto como una contraparte de lo que ya se practicaba en el sector urbano industrial: forjar el obrero despolitizado, disciplinado y productivo.
Aunque no haya sido un movimento homogéneo, la organización de programas de recreación para la masa obrera representó una posibilidad de difusión de ese nuevo paradigma. Como parte integrante de este proyecto educativo, poco a poco la recreación pasó a jugar roles específicos en la formación de valores, hábitos y actitudes a ser consolidados en las horas libres, representando una base de sustentación para el modelo de produción capitalista en desarrollo en Brasil. Este nuevo paradigma reforzó la importancia de la recreación y rechazó el ocio, visto como una amenaza al desarrollo de la sociedad y un mal que debería ser combatido.
La Consolidação das Leis de Trabalho - CLT, el 1º de maio de 1943, universalizó las leyes que se referían a la limitación de la jornada laboral en Brasil, fijándola en 8 horas diarias y 48 horas semanales, lo que incluía un periodo mínimo de descanso 11 horas entre dos jornadas laborales consecutivas y un descanso semanal mínimo de 24 horas que, salvo excepciones, debería coincidir con el domingo, y además 30 días consecutivos de vacaciones anuales después de 12 meses contínuos de trabajo.
João Batista Nunes da Silva
Psicólogo Organizacional
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